miércoles, 16 de marzo de 2016

Racionalismo de Leibniz

Como todo filósofo racionalista, Leibniz aspira a la verdad del conocimiento y a un método que permita el acceso a todos los demás.
El medio por el cual quiere llegar a la certeza es a partir de la evidencia que muestra la estructura lógica de las proposiciones verdaderas.
Leibniz parte de las proposiciones analíticas, aquellas en las que el predicado ya está contenido en el sujeto. Este es el carácter de las proposiciones matemáticas, se basan en el principio lógico de identidad o no contradicción.
Leibniz, como todo gran matemático, quería reducir todos los conocimientos al conocimiento propio de las matemáticas. Estaba convencido de que si nuestro conocimiento fuera infinito, todas las verdades de hecho se nos presentarían como verdades de razón. 
Desde este arranque lógico aborda Leibniz el estudio de la realidad, la metafísica. El concepto de sustancia que él hereda es: "lo que es en sí se concibe por sí mismo y no debe la existencia a ningún otro". Pero para él, la sustancia es un objeto de infinitas propiedades, incluidas en éstas las relaciones con otros objetos. Por consiguiente, cualquier proposición que afirme un predicado de un sujeto, es analítica aunque no podamos descubrirlo, porque tendríamos que hacer un análisis infinito del sujeto, como esto no es posible, se nos presenta como una verdad de hecho, aleatoria, contingente. Así como las verdades necesarias se rigen por el principio de identidad, las verdades contingentes se rigen por estos dos principios.

· El principio de razón suficiente, que afirma que nada sucede gratuitamente, es decir, que a todo fenómeno le corresponde una explicación, una razón de ser que se presente admisible a la razón.
· El principio de perfección, que frente a la no necesidad, afirma que el mundo real es el más perfecto de los mundos posibles y todo lo que acontece se ajusta a este principio.

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